Porque, sin dudas, la metáfora de Sarduy es seductora: soporte como cuerpo. Y es, sin duda, la posibilidad misma de esa metáfora lo que permite a Sarduy componer en un mismo campo epistemológico prácticas tan diferentes como el body art, el arte conceptual, y la pintura moderna. Alguna poderosa fuerza cohesiva debe contener esa relación entre dos términos ya que autoriza a presentar como coherentes prácticas artísticas que por lo general son leídas como pertenecientes a universos reflexivos muy distantes. Sin ir más lejos, cabría preguntarse qué pensaría Fried de ese párrafo del cubano en el que se borran las diferencias entre pintura y performance, entre teatralidad y presencia, entre la efimereidad de la acción que desaparece y la resistencia de la tela que intenta durar.

El cuerpo es el soporte, dice Sarduy, y sin duda en su aseveración -?casi inocente, tal vez?- lleva a la práctica artística mucho más allá de las restricciones que le habían sido impuestas por la crítica modernista norteamericana hacia mediados del siglo. Se trata, sin duda, en Sarduy, de pensar un modelo de práctica artística signada por una intensidad sorda que la impulsa a desorganizar otros campos de conocimiento, a proyectarse irresistiblemente sobre estructuras de saber que le son profundamente ajenas en un movimiento permanente de incorporación.

Y aquí, nuevamente, la noción de corporalidad. Cabe ahora formularse dos preguntas. En primer término, ?cómo denominar a esa práctica artística -o a ese conjunto de prácticas artísticas- enumeradas por Sarduy? Y, lo que que tal vez resulte aún más fundamental, ?de qué cuerpo se está hablando en ese texto? Permítanme, por un momento, dejar de lado, para más tarde, la primera pregunta y tratar, en cambio, de responder a la otra. ?A qué cuerpo se refiere Sarduy en su escrito? ?Al cuerpo físico, esta materia pesada e inerte en la que se afanan las ciencias biológicas, este maniquí algo torpe, algo cómico, algo trágico? No al cuerpo de la medicina; sin duda no se trata aquí de un cuerpo representable puesto que aparece en el texto sólo a través de sus máscaras: soporte del cuadro, disfraz del travesti, erotismo exagerado y narcisista del gesto masturbatorio. El texto no responde explícitamente a esta pregunta, nos deja, en cambio, envueltos en sugerencias, rodeados de pistas que nos alejan de lo meramente representable hacia un horizonte extraño, la entrevisión de un territorio inestable en el que ya no nos sería posible pensar por medio de metáforas.



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